miércoles, 11 de marzo de 2020

MADRE DE UN PICHÓN CASI PAVO

Esta semana hay post doble pero la ocasión lo merece.
Y es que me pregunto en qué momento han pasado 12 años desde aquel momento en que me acercaron a mi hijo y pude decirle : " Hola cariño, soy la mama".
Tenía los ojos abiertos y una  mano en la boca. Vi sus manitas, lo olí y después de saludarlo y besarlo pedí que lo llevaran con su padre para que lo pudiera abrazar ya que a mí aún me estaban grapando la cesárea. Oía decir que era tan guapo...¿Qué voy a decir yo? Guapísimo. Nunca imaginé todos los miedos, sentimientos y emociones que pueden llegar a pasear por dentro de una en el momento en que un hijo llega a tu vida de la manera que sea. La primera noche la pasamos comprobando si respiraba. Tienes tantas ganas de poder cambiarlo y tenerlo en brazos, que el hecho de que te hayan hecho una cirugía mayor se convierte en casi nada.
De repente ya no eres solo Mar, un ser individual con vida propia y con un montón de grapas en el abdomen, las piernas hinchadas y una tensión de casi 20 la máxima. Te conviertes en madre 24 horas. Tu vida se convierte en algo totalmente diferente y a veces cuesta pillarle el ritmo a esa nueva personita que de alguna manera te ha elegido. El Dr. Mario Alonso Puig dice que hay hijos oasis e hijos maestros. Los hijos oasis son los que nos gustaría tener (obedientes, no protestan, dóciles...) y los hijos maestros son los que necesitamos. Y vaya si lo necesitaba. Un hijo maestro (y el nuestro parece que tenga doctorado y todo) es la mejor manera de descuadricularte, de cuestionarte todo lo que creías y de volverte loca...
Con un poco de suerte después de volverte loca, si tienes ganas y alguien que te ayude a tomar perspectiva, puedes empezar a darle la vuelta y darte cuenta que es la oportunidad de tu vida para crecer. Pero no crecer y ya....sino CRECER como madre, como mujer (en mi caso), como persona e incluso como profesional. Bien es verdad que cuando te acostumbras a una etapa y parece que ya la dominas, alguien muy bromista (llámale vida) te cambia todas las piezas del tablero y tienes que volver a pensar la jugada siguiente. Y después de lloros, mocos, vómitos, risas, intentos, logros y  rabietas por su parte y lloros, desesperos, intentos, risas, ataques de ansiedad, más intentos y logros por mi/nuestra parte, le vas pillando el truco pero solo un poco.

Y sin darte cuenta llegas a este momento. La preadolescencia metiendo un pie en tu casa. Y de repente ya no quiere calzoncillos con dibujos..."Oh my god" ¿Qué está pasando? Y tan pronto te abraza y te pide que le digas que le quieres como de repente te dice que te vayas a comprar que se quiere quedar solo. Y te preguntas cómo tu "anxoveta" (anchoíta) como le llamábamos cuando estaba compartiendo espacio con mi íleon inflamado, se ha convertido en una persona con criterio y gustos propios, su carácter (y qué carácter), y su personalidad que va afrontando pequeños grandes retos para él y te pone frente al arduo reto de confiar en la vida, en él y en ti misma como madre o padre. Y ya no quiere esa camiseta porque "es muy infantil" o quiere libros de Stephen King o ver "Stranger things", escucha rap o heavy metal y lleva calcetines tobilleros aunque haga un frío "del quince" y desparejados y del revés porque "mola más" o te dice: "Es que mama, tú no lo entiendes"....tocada y hundida.Y me entra una sensación de vértigo casi como la que sentí cuando vi que la prueba de embarazo daba positivo.

Doce años siendo madre y amando, riendo, llorando, disfrutando y sufriendo casi a partes iguales. En definitiva, aprendiendo de él, de mí, de la vida y creciendo sabiendo que un amor como el que sientes por un hijo es la forma de querer más incondicional que pueda existir. Aprendiendo que nuestro pollo/pichón/casi pavo es único y nunca dejará de sorprendernos y nunca me cansaré de achucharlo y decirle que le quiero, que siempre será así pase lo que pase y que él me ha hecho querer ser mejor  y que le agradezco enormemente que me haya escogido como madre, aunque a veces sea una madre un poco loca-pesada-intensa. A menudo le pregunto si cuando tenga pelos y bigote aún me dejará achucharle y se vendrá a la cama los domingos por la mañana con nosotros y él, sinceramente me responde: "No lo sé". Pero mis oídos de madre solo oyen : " Claro que sí mama, siempre".



No hay comentarios:

Publicar un comentario