lunes, 30 de marzo de 2020

VOLVER, VOLVER

Buenos días.
Iniciando día 18 a salvo en casa.
Me he dado cuenta de que cambiando el "encerrados en casa" por el "a salvo en casa" me ayuda a poner perspectiva. Y qué importante es la perspectiva sobre todo en momentos como este.

El sábado asistí junto con otras mujeres preciosas a una sesión virtual con Míriam Díaz de "Inspira Movimiento". No os daré detalles pero solo decir que fue una experiencia brutal. Cómo se puede llegar a conectar con otras personas a pesar de estar cada una un una punta. Sentí literalmente el abrazo. Ese que necesitaba como respirar.

La cuestión es que me di cuenta de algunas cosas. Sin ser consciente, estaba llevando esta situación como yo creía que se esperaba de mí. Por todas partes te llegan "inputs" de: "No te quejes eres privilegiada", "No pierdas la sonrisa", "Nadie se muere por estar en casa con todas las comodidades", "Peor sería....". Un bombardeo constante. Las redes y chats echan humo y me he súper expuesto. Intoxicada por exceso de asomo a la ventanita virtual.  He entornado la ventana y me asomo mucho menos.

Y es cierto, me siento privilegiada por poder estar en mi casa con todas las comodidades y una terraza más que aceptable, estamos sanos, soy optimista, la actitud es importante al igual que el foco y peor sería estar en un hospital cosa que ya conozco demasiado bien. Soy muy muy consciente de todo esto.
Pero no nos equivoquemos. Como seres humanos que somos tenemos derecho a sentirnos agobiados en algún momento, a echar de menos nuestras rutinas, los abrazos o a hablar cara a cara sintiendo el cariño cerca. O sentirnos de 30 maneras diferentes en un solo día. Dragon Khan emocional. O simplemente sentirnos mal y ya. Porque sí. Punto. De vez en cuando es necesario un "reset".
Lo que quiero decir es que ser optimista o positiva no quiere decir que no puedas tener momentos grises, desagradables o pensamientos negativos, sino que a pesar de ellos, sigas sin olvidar todo lo bueno que tienes. Perspectiva. Había olvidado lo bien que sienta de vez en cuando un: "Hoy siento que mi vida es una mierda y no me voy  a esforzar en sentir lo contrario. Ya si eso mañana me vuelvo a poner con ello". Se llama descansar señor@s, descansar.

Pues llegué a presionarme tanto por parecer serena, valiente y fuerte de cara a los demás que me perdí por el camino porque, "¿Qué va a pensar Fulanito o Menganita si digo que hoy estoy con el ánimo por los suelos? Ell@s son tan fuertes...qué bien lo llevan todo. Y no tenía ganas de oír aquello de:
" Venga, si tienes mucha suerte..." ¡Que ya lo sé, coño!" ¿Por qué nos cuesta tanto validar a los demás cuando se sienten mal?

Y sin darme cuenta de había obviado lo realmente peor... "¿Qué voy a pensar de mí misma si me dejo caer?"
 Me sentía desanimada y entonces me sentía culpable por sentirme mal porque hay gente que está mucho peor. Con lo cual me sentía débil, cosa que a veces no soporto y aún menos que me vean como tal. Tantas veces oí en mi vida (o quizás no tantas pero se me clavaron tan hondo...): "Es que claro, tú eres débil" o "Eres una pupas"... Total, que se me hizo un "sapo" -como yo lo llamo- en el pecho, gordo y feo. Ese ni con 100 besos se convertía en Hugh Jackman (abajo los Príncipes azules).Y encima es cuando más me cuesta pedir ayuda y decir: "Necesito hablar". Pero lo hice. Tenía una "paja mental" (perdón por la expresión pero me parece de lo más descriptiva) de la que no conseguía salir.

Qué importante es que te escuchen, que te validen lo que sientes. Simplemente hacer sentir que lo que se siente está bien, sin intentar convencer. ESCUCHAR SIN JUZGAR. (Valga también para uno mismo...escuchar-te sin juzgar-te). Al final, esto (y casi todo en realidad) va de aceptar y aceptar-te.

Y ayer fui consciente. Me había ido de mí. Había vuelto a ser la que pedía perdón por todo, que está para todos aunque necesite estar para ella. La que se juzga. La que tiene que ser aceptada, gustar y actuar según lo "correcto" o bien visto.
Y claro que estoy y estaré siempre para los que quiero y más aún cuando me necesiten. No me importa compartir mi energía con ell@s. Pero sin olvidar a alguien. A mí. Quizás algún@s puedan pensar que  es egoísmo. Yo lo veo más como autoestima y autocuidado. Escoger dónde, en y con quien invierto mi energía. Y en qué momento.

Y si alguien piensa que soy débil (incluida yo) es que no me conoce ni sabe o ha olvidado los caminos que he recorrido para llegar a donde estoy. Es un pensamiento, no mi realidad.

¿Volveré a perderme?¡ Seguro! Pero ahora sé encontrar mi camino de baldosas amarillas. Y es que no hay nada como el HOGAR. Volver  a ti.

Ilustración de DOMMCOBB
https://www.dommcobb.com/

martes, 24 de marzo de 2020

BUSCANDO CARACOLES

Hola de nuevo.
Una de las ventajas de este confinamiento inesperado es mi terraza. Concretemos. Es LA ventaja número 1.
En mi regalo del universo, que es así como veo ese glorioso espacio más que nunca, estos días estoy siendo testigo de varias cosas. A saber:
En doce días el arbolito japonés ha pasado de estar pelado a estar plagado de hojas y brotes verdes.
El cerezo cada día tiene más flores (cuando salen las cerezas vienen los pajaritos y se las comen).
El limonero está sacando más limoncitos.
El naranjo está a reventar de flores que huelen a azahar.
Están brotando las flores de las diferentes plantas de temporada y  también la menta (ya podemos autoabastecernos para hacer mojitos...aunque no sé si bajar a comprar Ron entra como movimiento indispensable...).
Hay una fauna extensa entre mariquitas, hormigas, mariposas y todo tipo de pájaros. Las tórtolas vienen a buscar ramitas para sus nidos (y a cagarse en mis cojines, cosa que le quita romanticismo al hecho anterior).
La de cosas que vemos cuando nos paramos a mirar de verdad.

El domingo era el cumpleaños de mi padre. Habría cumplido los 80. Cifra redonda donde las haya. Y me encontré una pequeño caracol entre los cojines de una silla de mi oasis particular.
Me lo puse en la mano para que se paseara un rato y lo observé...hacía viento y se le movían las antenas e incluso me imaginé su cara de caracol con una sonrisa mientras le rozaba la brisa (Lo sé...cara contenta en un caracol. Tengo mucha imaginación y son muchos días sin salir. Tuve un momento muy Heidy. De hecho, los tengo a menudo, no os voy a mentir, lo del confinamiento es una excusa barata).

La cuestión es que recordé cuando íbamos a la torre de "los titos", en Castellfollit del Boix, donde pasábamos las vacaciones de verano. ¿Te acuerdas hermana?
Voy a explicaros algo muy curioso. Para llegar hasta allí, había una carretera de curvas infernal. Imaginaos un Seat 850 rojo con una franja negra, con mis padres, mi hermana, mi abuela y yo dentro. Encima de nosotras tres, un colchón enrollado y la jaula del canario (Pichurri se llamaba). Cómo eran aquellas curvas, que el pájaro vomitaba unas bolitas amarillas. Juro que esto es cierto. Yo llegaba verde como una lechuga. Pensad que me mareo hasta cuando me siento en la mecedora que tiene mi madre en casa.

Recuerdo mucho aquellos veranos. Cuando hace calorcito y huelo a pino me teletransporto directamente allí. Cuando llovía, recuerdo nítidamente la imagen (O por lo menos ese es el recuerdo que tengo): Mi padre con la linterna, los titos, la yaya, mi madre, mi hermana y yo, con mi canguro rojo buscando caracoles. Era una sensación genial. El olor a tierra mojada, la noche fresca aunque fuera verano, las mariposas en la tripa por el miedo a la oscuridad (que sigo teniendo)...pero la aventura que eso suponía para mí era fantástica. Siempre fui curiosa y mi padre hubo un tiempo en que también lo fue. Me daba la mano y recogíamos caracoles. Me explicaba cosas, le gustaba enseñarnos.  Llenábamos bolsas, los ponían en redes durante días y luego la tita Carmen y la yaya Corpus los lavaban, los cocinaban y los adultos se los comían. Yo no. No me gustan. A lo mejor es porque no puedo comerme un caracol y menos si me imagino su cara sonriente cuando la brisa lo roza.

Abrazos apretados, caricias, sonrisas y besos a tod@s. Es de lo que más echo de menos...bueno, lo que más.

Turbo, de Disney


jueves, 19 de marzo de 2020

¿INTROSPECCIÓN O EXPANSIÓN?

El otro día un amigo mío me decía (por WhatsAp) que no estaba de acuerdo conmigo respecto al post en que escribí que aprovecháramos para recuperar las conversaciones, buscar la manera de vernos vía Skype, oírnos etc. Su opinión es que es un buen momento para la introspección, para estar con uno mismo y con los tuyos en casa. Discrepaba pero me hizo pensar en ello. Es un alivio poder pensar diferente y expresarlo tranquilamente. Y el muy "jodío" siempre me hace pensar.
Y conforme pasan los días siento que en parte tiene razón. En gran parte (¡Pero no en toda! Sabes que nunca te daré la razón del todo jaja).

Al principio del confinamiento es como que me quedé enganchada en todo aquello que me faltaba. Ver gente, abrazar, besar, conversar con los demás, caminar...El hecho de no trabajar hace que normalmente yo ya pase mucho tiempo en casa sola por lo cual ver gente y relacionarme para mí es aire fresco y realmente este encierro no lo llevo del todo bien (como mucha otra gente, claro está). Qué leches...a quien quiero engañar, hay ratos en que lo llevo fatal. Pero me hizo pensar en la oportunidad de relacionarme con mi hijo y mi marido desde otro punto. No desde la rutina y la costumbre sino desde una perspectiva más consciente. No resulta fácil si eres una persona muy emocional y sensible compartir esto con los tuyos cuando ellos son totalmente lo contrario. Pragmatismo. No es ni mejor ni peor...pero a mí eso a veces no me ayuda mucho. Los adoro, pero es así. Aunque tengo que decir que mi pichón casi pavo empieza a desmontarse.

Poco a poco he ido dándome cuenta de que cada vez me apetece menos mirar redes como una vía de escape, hablar a modo de fuga  (opciones totalmente lícitas) por no mencionar el bombardeo televisivo de noticias y mierdas varias y me acomodo más en el silencio, en simplemente "ser y estar". Confieso que me produce cierta angustia. Por todas partes te dicen que tengas una rutina, que estés activo, que aproveches para ordenar y limpiar... ¿Qué queréis que os diga? Me apetece tanto ordenar armarios y limpiar como pelar pollos. O sea, cero. Me imagino que acabaré haciéndolo por pura desesperación. Cuando llegue lo aprovecharé. Hace meses que digo que lo tengo que hacer. Tengo mis rutinas, eso sí. El rímel no falta ni ahora, jeje.

Para los que hemos convivido con la ansiedad, es un momentazo estupendo para que se vuelva a presentar. Y ahí está, respirándome en la nuca. Tengo ratos de mucho agobio, irascibilidad, sensación de encierro y bloqueo pero he decidido no intentar no sentirlo (tarea difícil pero sigo practicando). Sé que la sensación de encierro me conecta inconscientemente con los días y semanas de hospital. Particularmente  con uno en especial de un mes y medio de duración (hacía poco menos de un mes que había salido de otro mes de ingreso). Os pongo en situación: julio y agosto. Piernas inmovilizadas con sendas férulas "fresquísimas" desde la ingle hasta el tobillo. Habitación sin aire acondicionado ni lavabo ni ducha adaptados. Me lavaban con esponjitas y toallitas. Lo pasé leyendo (como no podían llevarme bombones me llevaban libros. ¡¡¡¡Gran alternativa!!!!), escuchando música, cantando, bailando en mi imaginación, escribiendo, pasando febradas, cabreándome, llorando y luego volviendo a reír. Cuando salí, la primera vez que me corrió el agua por el cuerpo fue....orgásmico. Y eso que fue con cubos y la manguera puestos al sol en la torre de mis tíos. A pesar de no poder caminar aún (eso aún tardaría casi un año) fue de las mejores sensaciones de mi vida. De libertad total.

Con todo este rollo lo que quiero decir es que pasar por esas circunstancias tan duras me demostraron la fuerza que tengo y sobre todo lo importante de la vida. Y a veces se me olvida.
Vale. Saber que esta situación me conecta con ciertas sensaciones de aquel trago es un primer paso. Tomar consciencia. Bien. "Paso, inspiración, barrido", como en "Momo". Habrá que hacer las paces con eso. Estoy en ello.

Como entonces, también tengo momentos buenos. ¡Muchos! Bailar (ahora sin imaginarlo), cantar y escribir, leer o abrazar a mis chicos me hace sentir bien. Hacer ejercicio, observar las flores que empiezan a brotar en la terraza... o barrer la terraza...tres veces. O cuatro. Seguir tomando consciencia.
Intentar animar a otros también me ayuda. De ahí compartir cada día una canción que aporte buen rollo.

Y entonces me doy cuenta de que unos días después de empezar el encierro(hoy empieza el séptimo), de repente hablo porque me apetece y no como necesidad vital (que en sus momentos también está bien). Que no busco desesperada la relación con el exterior sino porque me apetece, quiero  y con quien quiero.

En fin, que es un buen momento para aprender de la situación, de una misma y fluir con todos sus momentos y emociones. Que todo esto nos recuerde lo importante. Cuando me ofusco me ofusco, lo siento, me cabreo y si lo necesito lloro o lo escribo. Y luego, pienso en las cosas geniales que me esperan después. Imagino, pero imagino bien. Cómo abrazaré a mis "Perris", a mis "Desaprofitades", a mi madre, a mi familia, a Dani, Sergio, Mario, Carol, a Eva, etc ....a los que quiero, en definitiva. Imagino cómo caminaré por la montaña o veré una obra de teatro. O imagino simplemente estar en mi casa por el placer de estar y disfrutar en ella con mis chicos. Ese es mi anclaje.

Y mando todo mi cariño a los que están en el hospital sea por el coronamierda (perdón, ya sabéis...mi boca) o por otras cosas, ingresados o trabajando. Ya hay gente que conozco y aprecio hospitalizados. Tengo amigos y familia trabajando en hospitales (y tiendas de alimentación, farmacias...). Todo eso es importante de verdad. Al fin y al cabo yo, como tantos otros, estoy en mi casa con mis cosas y los míos. Somos muy afortunados. Tenemos una casa en la que estar, la nevera llena (y algunos tienen huevos para un año, porque a mí me está costando encontrarlos) y la mayoría muchas comodidades. No lo olvidemos.

Así que, ánimo a tod@s. Esto es pasajero y ya queda menos. Sentid lo que tengáis que sentir, haced lo que podáis o a ratos simplemente no hagáis NADA, pero que los árboles no nos impidan ver el bosque. Que lo urgente no nos haga olvidar lo importante. ¡¡Y ya nos veremos en primavera!! Venga, va, aprovecharemos para hacer el cambio de armario

Hoy os comparto aquí la música desconfinada de hoy. Cuando estaba en mi encierro hospitalario y después convaleciente me regalaron un CD de Jarabe de palo. Esta canción en particular me encanta porque habla sobre la amistad. La de verdad. La que para mí se escribe en mayúsculas. Por cierto, ayer mi amigo (de los de mayúsculas) me llamó y nos oímos la voz. ¿Veis como no le puedo dar toda la razón?

  "Grita" (Ya sabéis, clicad encima del título).



¡¡¡Abrazos apretados y vista en lo bueno que está por venir!!!

lunes, 16 de marzo de 2020

MÚSICA DESCONFINADA

¡Hola otra vez!
Este texto va a ser corto, no vaya a ser que autocombustionéis con tanto post.
Esta mañana me he despertado con una idea en la cabeza. ¿Cómo podría hacer yo que este momento complicadillo para tod@s sea un poquito más liviano aunque sea solo un rato?
El otro día os hablaba de la importancia de recuperar las conversaciones con VOZ. De hecho ayer hice un Skype con unas amigas. Os lo recomiendo mucho.
Pues hoy he pensado ir compartiendo una canción cada día. A mí la música me libera, me pone de buen humor. Por eso la voy a llamar música "desconfinada", porque durante un momento a lo mejor nos olvidamos un poquito de esto. Vamos a robarle protagonismo al innombrable virus. Aún no sé muy bien cómo lo haré. Quizás ponga el enlace en Facebook o a través del blog, o  por WhatsAp.... no sé. Iré variando y a lo mejor no es cada día. Sorpresa.

La de hoy es "Si salimos de esta" de Love of Lesbian. (Clicad encima del título)

Nos vemos pronto!!!!
Abrazos apretados

sábado, 14 de marzo de 2020

UNA PROPUESTA "ATREVIDA"

Sí, lo sé...es el tercer post de la semana pero está siendo tan intensa por tantas cosas que mi cabeza va a mil y como dice aquel meme que corre por internet, si me callo me salen subtítulos.
Tranquilos que no os voy a hablar del virus más famoso de la tierra en estos momentos, ni de síntomas ni de cómo lavarnos las manos.
La cuestión es que, por culpa o gracias a él (al final todo es según se mire), muchísima gente estamos en casa si no el 100% del tiempo sí una graaaaaan parte de él. No es la ilusión de nuestras vidas, evidentemente, pero es una cuestión de precaución, responsabilidad y solidaridad hacia los que podemos tener alguna complicación y a todas las personas que por otras causas van a necesitar de los servicios médicos estos días y también hacia todo ese personal sanitario que cuida y cuidará de nosotros.
Eso se traduce en que seguramente, muchos de nosotros en las próximas semanas nos vamos a relacionar con un reducidísimo número de personas y habrá que únicamente con ellas mismas.
La creatividad se impone para pasar las horas. Unas harán teletrabajo, otros leerán, cocinarán, pintarán, cuidaremos de nuestros hijos y un largo etc.
Por mi parte, he empezado un diario de "confinamiento" (la palabra no me gusta, suena fatal pero me parece bastante gráfica), y me he unido a un reto fotográfico en Instagram que ha propuesto @victoriapenafiel.  En su momento, hacer mis "cróhnicas hospitalarias" me ayudó a llevar la situación con cierto humor y he pensado que ahora van a ser "corónicas confinadas" en mi perfil @riudetot. A pesar de la seriedad del tema creo que el humor no hay que perderlo nunca del todo.

Llevo toda la mañana dándole vueltas a algo. Hablo desde mi. Soy una persona introvertida, en el sentido de que necesito mis momentos de mirar en mi interior, de estar a solas, pensar en mis emociones en cómo me siento y no me siento a gusto con cualquiera. Pero también soy una persona comunicativa con los que quiero y donde me siento a gusto y expresarme para mí es una necesidad vital (aunque creo que ya os habéis dado cuenta de eso...¿Verdad?).
Y creo que estamos en unas circunstancias en las que la tentación de quedarnos detrás de la pantalla del móvil para comunicarnos con los demás va a ser lo más cómodo. Así que voy a atreverme a lanzar una propuesta "atrevida". Atención, letras luminosas: Recuperemos la costumbre (si es que la hemos perdido) o instauremos la costumbre de coger el teléfono, llamar y HABLAR. Que podamos oírnos la voz, el tono, la intención, el interés, el cariño y la calidez. Saber que estamos ahí pudiendo casi palpar a la persona que está al otro lado. Molan los WhatsAps, los audios, los memes, los mensajes...no sé vosotros pero yo hablo menos con los míos porque ya contactamos vía mensaje. En la variedad está el gusto. Hagamos algo diferente y ¡hablemos! (Si nos apetece, claro). Y animemos a nuestros peques a hacer lo mismo con sus amigos.

Nuestros mayores van a estar bastante solos. Yo he decidido llamar a mi madre varias veces al día para que hable, me oiga y me sienta cerca. O he llamado a mi vecina para que sepa que si necesita un par de patatas o papel higiénico puede picar a mi puerta (ese es otro tema, el papel del apocalipsis, cómo somos a veces los humanos) . Voy a echar mucho de menos los abrazos, los besos, pero no quiero echar de menos a los míos sean familia o amigos. Aprovechemos situaciones extraordinarias para encontrar ideas diferentes, cosas que nos mejoren como personas u observar cómo nos comportamos, extraigamos conclusiones de ello y si nos parece necesario, actuemos en consecuencia.
En fin, que cada uno haga lo que sienta, quiera o  crea. Por mi parte, ya que voy a ahorrar en cine, teatro y restaurantes, voy a gastar en teléfono. Este mundo loco necesita amor. Que el miedo, el egoísmo, la costumbre o la comodidad no nos hagan olvidar eso...que nos queremos. Y demostrémoslo como mejor sepamos.

Hoy os comparto una canción de Manuel Carrasco (clicad encima del título) . Me encanta el estribillo "Qué bonito es saber que siempre estás ahí. Quiero que sepas que voy a cuidar de ti"..... Pues eso. Estoy aquí.

Un montón de abrazos apretados a todos y ¡ánimo!. Esto también pasará.

miércoles, 11 de marzo de 2020

MADRE DE UN PICHÓN CASI PAVO

Esta semana hay post doble pero la ocasión lo merece.
Y es que me pregunto en qué momento han pasado 12 años desde aquel momento en que me acercaron a mi hijo y pude decirle : " Hola cariño, soy la mama".
Tenía los ojos abiertos y una  mano en la boca. Vi sus manitas, lo olí y después de saludarlo y besarlo pedí que lo llevaran con su padre para que lo pudiera abrazar ya que a mí aún me estaban grapando la cesárea. Oía decir que era tan guapo...¿Qué voy a decir yo? Guapísimo. Nunca imaginé todos los miedos, sentimientos y emociones que pueden llegar a pasear por dentro de una en el momento en que un hijo llega a tu vida de la manera que sea. La primera noche la pasamos comprobando si respiraba. Tienes tantas ganas de poder cambiarlo y tenerlo en brazos, que el hecho de que te hayan hecho una cirugía mayor se convierte en casi nada.
De repente ya no eres solo Mar, un ser individual con vida propia y con un montón de grapas en el abdomen, las piernas hinchadas y una tensión de casi 20 la máxima. Te conviertes en madre 24 horas. Tu vida se convierte en algo totalmente diferente y a veces cuesta pillarle el ritmo a esa nueva personita que de alguna manera te ha elegido. El Dr. Mario Alonso Puig dice que hay hijos oasis e hijos maestros. Los hijos oasis son los que nos gustaría tener (obedientes, no protestan, dóciles...) y los hijos maestros son los que necesitamos. Y vaya si lo necesitaba. Un hijo maestro (y el nuestro parece que tenga doctorado y todo) es la mejor manera de descuadricularte, de cuestionarte todo lo que creías y de volverte loca...
Con un poco de suerte después de volverte loca, si tienes ganas y alguien que te ayude a tomar perspectiva, puedes empezar a darle la vuelta y darte cuenta que es la oportunidad de tu vida para crecer. Pero no crecer y ya....sino CRECER como madre, como mujer (en mi caso), como persona e incluso como profesional. Bien es verdad que cuando te acostumbras a una etapa y parece que ya la dominas, alguien muy bromista (llámale vida) te cambia todas las piezas del tablero y tienes que volver a pensar la jugada siguiente. Y después de lloros, mocos, vómitos, risas, intentos, logros y  rabietas por su parte y lloros, desesperos, intentos, risas, ataques de ansiedad, más intentos y logros por mi/nuestra parte, le vas pillando el truco pero solo un poco.

Y sin darte cuenta llegas a este momento. La preadolescencia metiendo un pie en tu casa. Y de repente ya no quiere calzoncillos con dibujos..."Oh my god" ¿Qué está pasando? Y tan pronto te abraza y te pide que le digas que le quieres como de repente te dice que te vayas a comprar que se quiere quedar solo. Y te preguntas cómo tu "anxoveta" (anchoíta) como le llamábamos cuando estaba compartiendo espacio con mi íleon inflamado, se ha convertido en una persona con criterio y gustos propios, su carácter (y qué carácter), y su personalidad que va afrontando pequeños grandes retos para él y te pone frente al arduo reto de confiar en la vida, en él y en ti misma como madre o padre. Y ya no quiere esa camiseta porque "es muy infantil" o quiere libros de Stephen King o ver "Stranger things", escucha rap o heavy metal y lleva calcetines tobilleros aunque haga un frío "del quince" y desparejados y del revés porque "mola más" o te dice: "Es que mama, tú no lo entiendes"....tocada y hundida.Y me entra una sensación de vértigo casi como la que sentí cuando vi que la prueba de embarazo daba positivo.

Doce años siendo madre y amando, riendo, llorando, disfrutando y sufriendo casi a partes iguales. En definitiva, aprendiendo de él, de mí, de la vida y creciendo sabiendo que un amor como el que sientes por un hijo es la forma de querer más incondicional que pueda existir. Aprendiendo que nuestro pollo/pichón/casi pavo es único y nunca dejará de sorprendernos y nunca me cansaré de achucharlo y decirle que le quiero, que siempre será así pase lo que pase y que él me ha hecho querer ser mejor  y que le agradezco enormemente que me haya escogido como madre, aunque a veces sea una madre un poco loca-pesada-intensa. A menudo le pregunto si cuando tenga pelos y bigote aún me dejará achucharle y se vendrá a la cama los domingos por la mañana con nosotros y él, sinceramente me responde: "No lo sé". Pero mis oídos de madre solo oyen : " Claro que sí mama, siempre".



lunes, 9 de marzo de 2020

POSTUREO...O NO

Esta mañana he tenido entreno...uno de esos en los que te ponen a prueba física, mental y emocionalmente.
Físicamente porque sigo descubriendo o redescubriendo músculos olvidados o escondidos o en estado comatoso y posiciones que se me antojan antipáticas o con las que me llevo fatal (¿Alguien ha probado a hacer sentadillas bien hechas? Lo de sacar culo no está hecho para mí).
Mentalmente porque ha habido momentos de temblor y volver a pensar que no iba a poder. Suerte de mi maestro "Jedi" particular que dice las palabras justas en el momento justo. Es curioso cómo un "Acepta lo que estás sintiendo y respira" me pega una "colleja cósmica" y me recuerda lo que ya he aprendido o estoy aprendiendo: acoger, sentir y gestionar/transitar. ¡Y funciona! Soy aún una pequeña "padawan" en proceso. La cuestión es que ahora esas sensaciones ya no se quedan estancadas y me dejan tocada sino que me recuerdan mi propia fuerza y mi propia capacidad para convertir el recuerdo doloroso en herramienta útil.
Emocionalmente porque hay ciertos ejercicios en que delante de ti no tienes nada más que el espacio, o peor aún, gente o yo misma en un espejo. La exposición...ya sabéis. No lo voy a repetir.Y automáticamente ¿Adivináis qué hago yo? Mirar al suelo...no vaya a ser que si miro al frente se abra ante mí un portal interdimensional del cual salgan los demonios del averno. Parece que si miras al suelo no te ve nadie...menuda idea y sensación elaborada y lleeeeena de sentido, claaaaaro (nótese el tono irónico)...Y reflexionando sobre eso he recordado mi experiencia del sábado por la mañana con un grupo de mujeres preciosas y valientes en una charla con Inma Rabasco de living with choco(clicad en el link si queréis conocerla). Inma es coach e inspiradora de vida, y entre otras muchas cosas interesantes, habla mucho sobre la autoestima y justo el sábado hablaba de la importancia de nuestra postura y nuestro lenguaje no verbal. Nos invitaba a probar a hacer gestos o tomar posturas "como si fingiéramos" por ejemplo que nos sentimos seguras, o atractivas o qué se yo, lo que se te ocurra. El que está delante no lo va a notar aunque tú creas que sí. No notará que lo finges pero quizás sí note una actitud diferente. Es como cuando tienes dos pelos en las piernas y tú crees que toooooooda la humanidad va a ver unas piernas de hombre lobo en luna llena....No, querida...Probablemente no verán ni tus piernas y no verán los dos pelos (y si los ven y les molestan que se atrevan a quitártelos, ¡HA!).
Está comprobado que nuestra postura puede influir en nuestro cerebro favoreciendo un tipo u otro de neurotransmisores y sustancias químicas que a su vez pueden influir en nuestro estado de ánimo.
A veces es cuestión de fingir/probar hasta que le encuentras el gusto o la comodidad. Y he llegado a la conclusión de  que a lo mejor, muchas de las personas que yo veo estupendas y cómodas haciendo sus ejercicios en el gimnasio también están postureando o fingiendo porque en el fondo no se sienten cómodos ni seguros. Así que voy a intentar mirar al frente, sacar pecho y probar a hacer ver que estoy en mi salsa, a ver si me lo acabo creyendo aunque sea un poquito. Y si se abre el portal interdimensional igual me atrevo incluso a asomar la nariz a ver si me estoy perdiendo algo interesante. ¿Quién sabe? Me apetece divertirme.

Un secretito que voy a compartir con vosotr@s....un truco antes de ir al gimnasio que uso es escuchar una canción en particular...."Feeling Good"(clicad en el título). En mi caso la versión de Michael Bublé. La bailo en la cocina mientras preparo el desayuno y a veces la tarareo mientras subo las escaleras hacia la sala de fitness y lo mío me cuesta no bailarla a la vez. Seguro que no soy la única que usa sus trucos (Guiño). ¿Quién no tiene sus secretillos, verdad? (Otro guiño)



jueves, 5 de marzo de 2020

ES QUE ESTOY NERVIOSO

Mi pequeño preadolescente lleva casi dos semanas como una moto sin frenos.
Hay cosas que creías que pasarían cuando se fuera haciendo mayor, como cuando en determinadas épocas se pone más intenso de lo normal y cuando le preguntas qué le pasa te dice: "Es que estoy nervioso". Ahora estamos en ese momento.
La cuestión es que si sumas:
Preadolescencia+precumpleaños+prefiestadecumpleaños+preprimavera
+intensidadintrínsecadelacriatura+madrenopreparadaparalapreadolescencia, la ecuación resultante no la resuelve ni Einstein sin pasar por un par de explosiones y 14 reacciones químicas previas antes de la resolución.
Esos nervios más todo lo demás, pasan por provocar no oír nada de lo que le dices, oírlo pero olvidarlo automáticamente, dispersarse de manera contínua, levantarse de la mesa para hacer algo que se le ha ocurrido en ese momento, protestar por TODO, tener que repetirle las cosas 37 veces (en vez de las 20 habituales), o acabar pegando un grito en un momento dado para que vuelva al mundo terrenal entre otras cosas.
De todos modos no sé de qué me sorprendo porque mi querido pichón casi pavo, de manera reiterada y desde que habita este mundo con uso de razón, encadena los nervios por empezar el curso con la "Castanyada", después con la emoción de Navidad y Reyes, luego el cumple, Semana Santa, colonias, final de curso, viaje de verano y volvemos a empezar....(evidentemente intercalando otros eventos que van surgiendo entre fecha y fecha señalada y todo leído del tirón como si no existieran las comas).
La cuestión es....si ya lo sabemos, ¿Cómo puede ser que aún no hayamos aprendido a capear esos temporales nerviosos? Es una muy buena pregunta que me estoy haciendo en estos momentos...y no sé encontrar la respuesta. El mismo Einstein decía: " Si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo", y debo confesar que tanto su padre como yo, seguimos reaccionando de la misma manera....poniéndonos nerviosos (ups, ¿He dicho nerviosos?) Quizás ha llegado el momento de cuestionar algunas de nuestras reacciones y replantear nuestra estrategia de actuación. Responder, no reaccionar. ¿No? En mi defensa diré que los adolescentes nunca me han caído demasiado bien ya de entrada y sí, aún a riesgo de ser políticamente incorrecta, a menudo mi hijo me cae un poco mal...o directamente fatal aunque le siga queriendo incondicionalmente y lo adore la mayor parte del tiempo. Una es humana e intensa (Alguien me lo ha recordado esta mañana. Me tiene calada jajaja). La intensidad no es ni buena ni mala, al final es lo que hagas con ella, como  casi todo en la vida.

Pensando en posibles alternativas se me ocurren varias opciones:
- Ponerme tapones en los oídos para no escuchar el tono subidito.
- Ponerme antifaz para no ver toooooooodas las cosas que se deja tiradas por todas partes.
- Recurrir a la valeriana, pasiflora, tila, tomillo, perejil o césped, así, todo junto y combinado si relaja a tope. (Decir darme a las drogas o al alcohol quedaba fatal y no es nada "healthy").
- Meditar. Más. Muchísimo más.
- Hacerme la loca y mirar para otro lado.
- Pasarlo como pueda intentando no salir en las noticias.
- Esconder el calendario y que no sepa cuando llegan los eventos. Aunque entonces se pondrá nervioso porque no sabe lo que llega; y no nos engañemos, el factor hormonas descontroladas sigue estando ahí.
- Hacerme la muerta, a lo zarigüeya.
- Aceptar que viene una etapa intensa y trabajar mi sentido del humor y mi paciencia.
- Todas las anteriores según momento y estado de cada una de las partes que intervienen en el conflicto.

Así que aquí estamos, tomando una infusión después de haber empezado la mañana enfadándome con él como casi cada día últimamente. Pero luego he recordado lo que realmente importa porque la vida realmente a veces tiene "bromas" muy pesadas y me he propuesto enfadarme menos y abrazarlo aún más y  escucharlo más porque el huracán que está empezando a gestarse en su interior va a necesitar mucha calma, mucha paciencia y sobre todo mucho amor del bueno.


Calvin&Hobbes de Bill Watterson