jueves, 20 de febrero de 2020

CARNAVAL, CARNAVAL...

Ya estamos en Carnaval.
Recuerdo que cuando era pequeña tenía una caja con faldas y pañuelos y siempre iba disfrazada...recuerdo una falda en particular, azul marino, larga con un volante y con un estampado de flores pequeñitas. Esa falda junto con un chal de raso rojo con flecos era mi atuendo favorito. Cuando me vestía así cantaba "María de la O".... sí, todos tenemos un pasado, ejem. La vena farandulera la llevo de serie, ¿para qué negarlo? Y eso que tengo un sentido del ridículo bastante acuciado. No volví a cantar esa copla hasta años después a 40 de fiebre en el hospital. Mira si era farandulera que en vez de delirar cantaba coplas. Menudo cuadro...
A menudo me pueden las ganas de farandulear y vencía y venzo (a veces) mi sentido del ridículo. No por nada hice teatro amateur durante casi 17 años (con un descanso de 4 entre medio).
Durante muchos años, de pequeña y de adolescente algunas personas me decían que era una payasa y sin darme cuenta eso fue haciendo mella y lo asocié a algo negativo, con lo cual cuando siento que destaco o que estoy haciendo demasiada broma me siento algo ridícula,  como si estuviera fuera de lugar. Aprendí un poco a esconderme, a no destacar.
Mi hijo, ese ser que empieza a estar preadolescente que a menudo me vuelve un poco loca y puso y pone mi mundo patas arriba, hasta hace un par de años iba todo el día disfrazado por casa. También tenía su caja llena de disfraces, telas, pañuelos y complementos varios. Casi cada año para carnaval hemos hecho su disfraz en casa e incluso hemos participado en algunos concursos familiares en las fiestas del cole. También ha salido farandulero. Primero se mostraba (y se sigue mostrando) solo en casa. Es un niño que también tiene un gran sentido del ridículo, por lo menos hasta ahora. O eso creía yo...porque por algunos comentarios de compañeros o padres de los mismos o algún amigo nuestro, parece ser que es "el alma de la fiesta". Cuando algunos padres te dicen: " Me parto con tu hijo", me entra una sensación ambigua que se mueve entre el orgullo y la vergüenza, pensando en si hará alguna broma inadecuada o meterá la pata o hará el ridículo y alguien se reirá de él como alguna vez se habían reído de mí....
Hoy tocaba ir con disfraz libre al cole. Decidió ir de plátano, así que este año hemos comprado el traje. Pues esta mañana, ni corto ni perezoso, se ha plantado su disfraz encima del abrigo y ha salido la mar de estupendo. Cuando nos hemos separado (a veces hace un pequeño trozo del camino solo) lo he visto caminar vestido de plátano y se me ha encogido el estómago por si pasaba vergüenza. Pero he pensado: "Ole tú, porque aunque te dé vergüenza no te estás escondiendo".

Mi pequeño preadolescente tiene ideas y personalidad propia, ¡vaya si las tiene! Mis litros de tinta he sudado y sudo "gracias" a esa personalidad. Y a veces me sorprendo haciendo algún comentario del tipo : "Pero ¿seguro que quieres ir así por la calle? Piensa que vas solo..." Y en seguida me doy cuenta de que ese miedo es mío y no de él y me alegro de su cabezonería y que haga caso omiso de mi comentario (en otros momentos, muuuuuchos momentos, lo del caso omiso es causa de conflictos domésticos...seguro que os imagináis más de uno.)
Mañana harán la Rúa del colegio, y como cada año desde que ya no trabajo allí, disfrutaré viendo a los peques y no tan peques con sus disfraces y asomará una lagrimita porque echo mucho de menos esas fiestas. Era una locura pero me lo pasaba en grande. Y echaré de menos disfrazarme, compartir esa fiesta y esa locura con mis compañera@s, sobre todo mis compañeras del Ciclo de Infantil, con las que reí, lloré, curré y compartí tantas horas, tantas historias y tantas experiencias. Aix chicas....¡cómo os extraño!
Y pensaré cuántos años más mi pollo, que ya es pichón, querrá disfrazarse antes de que llegue a ser pavo...

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